En términos de estrategia militar se afirma, que en el desarrollo de una guerra, el intervalo que transcurre entre una batalla y otra corre en favor del defensor. En el caso de la pugna interna de morena, la ofensiva que representa Marcelo Ebrard ha perdido el ritmo y la iniciativa, lo que ha beneficiado el avance de Claudia en torno a la consolidación de su candidatura.
El equipo de Marcelo, o él mismo, han decidido optar por una guerra indirecta, orientada a atacar a Mario Delgado y al proceso interno que definió a su candidata presidencial, para así, evitar atacar directamente a Claudia y al presidente de la República, lo que tampoco parece inteligente después de que, al final de su proceso interno, fue duro y a la cabeza contra la hoy portadora del bastón de mando morenista.
No nay duda de que Marcelo Ebrard es un político en plena madurez, de amplia trayectoria y referentes históricos experimentados en carne propia, que seguramente hace de sus decisiones procesos de mayor criterio que los únicamente basados en impulsos emocionales o en el rush del momento político.
Si el ex canciller de la 4T decide irse por su porpio camino, perderá un gran parte de su capital político y tendrá que transitar por las inestables rutas de los indecisos y de la derecha (que no tiene un candidato legítimo) lo cual será un camino lleno de contradicciones y justificaciones en un viaje plagado de incoherencias.
Mientras tanto, el tiempo, que en política como en economía se reconoce como el recurso más escaso, corre en detrimento de su posicionamiento y cada tic-tac erosiona su credibilidad y maniobrabilidad en el tablero de la política nacional.
El camino de México que Ebrard quiere construir, al día de hoy se parece más a un laberinto que una senda con dirección al triunfo electoral. Sin morena, sus aspiraciones carecen de base social y lo hacen quedar sin ángulo dentro de la polarizada geometría política.