Libertades y obligaciones

No es función del gobierno evitar que los ciudadanos cometan un error, les corresponde a ellos, impedir que el gobierno lo cometa, Esta frase empleada (en 1950) por Robert H. Jackson, Juez de la Corte Suprema de Justicia de Estados Unidos, infiere que es el pueblo quien debe vigilar y exigir al gobierno y no al contrario.

Todos debemos tener las mismas oportunidades y los mismos derechos fundamentales –aquellos sustentados en la dignidad humana, inherentes a las personas, sin distinción alguna-. Afortunadamente, la definición de «todos» ha ido prosperando y cada vez es más inclusiva, por ende, cada día, representa mayor responsabilidad defenderla. Cuando el gobierno comete el error de vulnerar los derechos humanos de las personas, nos corresponde a todos, no solo a los agraviados, alzar la voz; exigir lo que establece la Constitución Política de los
Estados Unidos Mexicanos, en su artículo 1º «Todas las autoridades… tienen la obligación de promover, respetar, proteger y garantizar los derechos humanos…».

Thomas Jefferson escribió «Una sociedad que cambia un poco de libertad por un poco de orden los perderá ambos y no merecerá ninguno». Hace unos días, por razón de diversos reportajes, el presidente de México envió un oficio al Instituto Nacional de Transparencia, Acceso a la Información y Protección de Datos Personales (INAI) solicitando que se llevara a cabo una investigación para hacer públicas las percepciones, los bienes y el origen de la riqueza del periodista. No importa su nombre, importa que, ante sus expresiones, la acción del titular de Ejecutivo Federal ha sido ejercer presión para coartar sus libertades.

Un día, siendo niño, jugaba con una persona adulta, un juego de mesa en el que yo iba ganando, así que esa persona decidió hacer uso de la mofa para molestarme y distraerme, desafortunadamente, lo logró, causó el efecto esperado y perdí el juego.

Me enojé varios días, por dos cosas, por mi falta de confianza para hacer caso omiso a las provocaciones y por perder. En esa época supe que, fuera de las reglas escritas, habrá gente que utilice argucias, posiciones de poder, presiones directas o indirectas, etcétera, con mala intención, a fin de lograr sus objetivos. A la distancia, superado el enojo, confirmo que ganar, siempre dará mayor satisfacción cuando se realice en igualdad de circunstancias. El presidente está rompiendo las reglas (intenta destruir las instituciones democráticas) para imponerse a toda costa; solo que, no es un simple juego de mesa.

Ahora bien, culpar a otros de nuestras derrotas o de nuestros fracasos, sería simplificarnos, convertirnos en Ninguno. Octavio Paz escribió «Sería un error pensar que los demás le impiden existir. Simplemente disimulan su existencia, obran como si no existiera; lo nulifican, lo anulan, lo ningunean… [Ninguno] es el nombre que olvidamos siempre por una extraña fatalidad, el eterno ausente, el invitado que no invitamos, el hueco que no llenamos. Es una omisión. Y sin embargo, Ninguno está presente siempre».

Expresarnos, por otro lado, es hacernos presentes, existir, mostrarnos ante los demás y ante nosotros mismos. Los derechos humanos no son útiles si no los hacemos valer. «El derecho de libre expresión [no sirve de nada] cuando nadie contradice al gobierno, la libertad de prensa cuando nadie está dispuesto a formular las preguntas importantes, el derecho de reunión cuando no hay protesta, el sufragio universal cuando vota menos de la mitad del electorado, la separación de la Iglesia y el Estado cuando no se repara regularmente el muro que los separa… Los derechos y las libertades o se usan o se pierden». Carl Sagan, El mundo y sus demonios [1995].

Así, tenemos que, el propósito de la democracia es impedir que una persona o grupos determinados gobiernen un país, puesto que le corresponde a toda la gente, en conjunto, gobernar las naciones. No olvidemos que, gracias a la valentía de quienes se opusieron a la persecución de brujas, a la esclavitud y a muchas otras injusticias, a lo largo de la historia se ha logrado que la brecha entre la realidad y la definición de «todos» se estreche cada vez más, para que ninguno sea, con mayor consistencia, alguno.

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