Altruismo y egoísmo. Su evolución y una curiosa analogía.

     Las hazañas de cooperación que realizan diversos insectos gregarios son, a menudo, increíbles e indescifrables. En las hormigas «olla de miel» existe una casta de obreras que utilizan sus propios cuerpos como almacenes de alimento, su única función en la vida es servir de fuente alimenticia para las otras obreras. Las abejas kamikaze tienden a picar como mecanismo de defensa, para proteger un bien mayor. Esa misión suicida de clavar el aguijón, aun cuando al hacerlo perderán órganos vitales que les causará la muerte, simboliza una proeza de generosidad, porque podrán salvar almacenamientos de comida pero no sobrevivirán para cosechar los beneficios.

En la especie humana, en los momentos de mayor idealismo y filantropía, solemos admirar a aquellos que procuran el bien de los demás por encima del propio, lo interesante sería definir hasta donde llega el término «los demás», porque comúnmente ese nivel de sacrificio de los insectos gregarios podrá aparecer en los padres hacia los hijos, pero difícilmente se encontrará en las personas que no tienen un vínculo cercano. En su caso, este último será realizado en favor de un grupo, llámese nación, pueblo, etcétera, pero estará acompañado de egoísmo hacia los otros grupos.

Desde el punto de vista de la teoría de la «selección de grupos», una colectividad cuyos individuos estén dispuestos a sacrificarse a sí mismos por el bienestar común, tendrá menos posibilidades de extinguirse; pero desde la óptica de la «selección individual» la premisa es la explotación egoísta a costa de los demás; esto lo ejemplifica de manera precisa W. D. Hamilton con un modelo simple, el de una manada de individuos egoístas que es perseguida por un predador que siempre tiende a atacar a la presa individual más próxima a él. Cada presa tratará, constantemente, de evitar encontrarse en la posición más cercana al predador y mantener su terreno de peligro tan pequeño como sea posible, especialmente evitar situarse en los bordes de la manada. Si se encuentra en dicha posición tomará medidas para avanzar hacia el centro, con lo que se formará un grupo cada vez más densamente compacto. Como se advierte claramente, no hay altruismo, sólo una lucha individual egoísta por sobrevivir. En la vida real se presentan casos en que los individuos toman medidas activas para proteger de los predadores a los miembros de su grupo. Pero eso será parte de un análisis diverso.

Volvamos al ejemplo de las abejas kamikaze, ahora tomando en cuenta que una colonia de abejas en el sentido humano, no viven en absoluto como individuos; su individualidad se encuentra sometida, aparentemente, al bienestar de la comunidad, (Richard Dawkins, El Gen Egoísta). Dawkins explica que se comportan como una unidad con un sistema nervioso y órganos sensoriales propios. Los intrusos que vienen de fuera son reconocidos y rechazados con algo de la selectividad de un sistema de reacción de inmunidad de un cuerpo. Las obreras -en su mayoría estériles-, son la analogía de nuestro hígado, músculos y células nerviosas, pues la línea germinal solo fluye a través de una minoría, los reproductores, que son análogos a nuestras propias células reproductoras. Así, aceptando el hecho de que son estériles y que el cuerpo de un animal normal, genéticamente busca asegurar la supervivencia de su especie, resulta menos sorprendente su altruismo y cooperación.

Existe también el altruismo recíproco, que puede evolucionar en algunas especies, aquellas capaces de reconocer y recordar. Dawkins lo analiza bajo el siguiente ejemplo hipotético. Suponiendo que una especie de pájaro es infestada con parásitos de una especie particularmente desagradable de ácaros transmisores de una peligrosa enfermedad. Normalmente un pájaro puede desprender y eliminar a sus propios ácaros cuando limpia y compone sus plumas. Sin embargo, no podrá alcanzar la parte alta de su cabeza con su propio pico. El aseo mutuo es muy común tanto en las aves como en los mamíferos. En el hombre, el dinero y las instituciones constituyen un signo formal de altruismo recíproco retardado.

Ahora que hemos establecido que tanto el egoísmo como el altruismo evolucionan en las especies, me concentraré en el citado egoísmo de aquellas presas –como las ovejas-, que aseguran la supervivencia individual y no la del rebaño.

A últimas fechas estos mamíferos han sido reiteradamente mencionados para referirse a ciertos grupos, incluso, de manera desafortunada, la referencia llegó al parlamento europeo. En un comunicado burdo -que se escribió en el trayecto de un viaje, con la seriedad con la que se anotan, en una hoja de reciclaje, los pendientes del supermercado-, tan elemental que sólo descalifica a las personas, no el argumento, sello, por cierto, del actual gobierno federal, parecería haber sido usado para mostrar valentía, en defensa de un pueblo, pero, en mi opinión, la estrategia es siempre fabricar enemigos cercanos que acechen al rebaño, de esta forma, todos continuarán migrando al centro de la manada y se logrará mantener al grupo estrechamente unido. No por una causa, ni por tener un rumbo claro; simplemente, por el egoísmo de la supervivencia individual.

Evidentemente, en ese grupo egoísta, como en cualquier otro, siempre estarán aquellos que se comporten de manera cobarde, como el ejemplo de los pingüinos de la Antártida también referido por Dawkins. A estas aves se les ha observado paradas al borde del agua, dudando antes de sumergirse, debido al peligro de ser comidas por las focas. Si solamente una de ellas se sumergiera, el resto podría saber si hay allí o no una foca. Naturalmente nadie quiere ser el conejillo de Indias, de tal manera que esperan y en ocasiones hasta tratan de empujarse al agua unas a otras.

Bajo esta analogía, me parece que ni las ovejas ni los pingüinos podrán tener algún día el nivel de sacrificio de una abeja kamikaze.

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